
109. Revisión histórica
Osan llamarme bufón. ¡Al encargado del baño diario del gato de la señorita Juana! Atestiguan mi cometido las cicatrices que surcan mi rostro. Al que escogen para sacar lustre a los adoquines de palacio. A mí. Ilusos.
Pero estoy confundido. Hace unas semanas la Reina me encargó que fuera a Galicia, hiciera acopio allí de su lluvia, y la trasladara a Andalucía. Recorrí el camino hacia Santiago con honda preocupación, pensando qué fardo podría transportar aquello mas, al llegar a mi destino y observar los miles de olivos gallegos, entendí la metáfora de Su Majestad. Lo que me solicitaba no era el agua del cielo, sino aquello que abundaba en el norte y debía faltar en el sur. Así que, con la autoridad que me otorgaba mi sello real, ordené que se talaran los árboles y fueran transportados en carros de bueyes.
Pero mi acto, desgraciadamente, ha generado incomprensión. Los campesinos norteños no entendieron la orden real, los jienenses el porqué de aquel regalo innecesario, y yo, desde luego, no comprendo por qué me han enviado a Tarifa a tirar piedras al mar hasta que se cree un puente con el que poder comerciar con los infieles.