106. Y hallábanlas cogidas…
Visten el hiyab con discreción. Se trata de mujeres modernas que guardan algunas tradiciones. Aunque aquí no se entienda. El pañuelo, además, las protege del sol. O del frío, porque este año la temporada viene inesperadamente nublada y húmeda.
Nadie se mete con ellas ni las critica. Son respetuosos estos olivareros de Jaén. Pero eso no significa que les den trabajo.
A ellas les gusta ordeñar la aceituna en las ramas del árbol. Una por una, con mimo, como si fueran perlas sedosas y redondas al tacto. Lo han hecho en sus pueblos desde pequeñas para ayudar a la familia. Sin embargo, no está bien visto que lo hagan de manera independiente para ganarse la vida. Por eso han salido de su país…
En el último olivar que visitan la encargada es una mujer. Las mira a los ojos y ve en ellos una pasión antigua y una voluntad inquebrantable. Va a contratarlas. Cuando les pide los papeles no le extrañan sus nombres. Se llaman Axa, Fátima y Marién. Y a la contratista, amante del Romancero Viejo, le parece una simple cuestión de justicia poética: las olivas, en esta ocasión, están esperando sus manos.