104. El orden natural
Estaba a pocos años de resignarme a la soledad, harto de citas cuasi a ciegas con conocidas de amistades. Una legión de perturbadas que demostraban los motivos de su soltería a golpe de sueños imposibles y trastornos de lo más enrevesado.
Con Gisela fue distinto. Congeniamos desde el primer momento. Compartíamos inquietudes culturales y gustos artísticos, incluso habíamos coincidido en algún festival en nuestra adolescencia. Su elección de un Marqués de Murrieta Reserva del 2018 fue una recomendación perfecta para acompañar el solomillo de atún rojo de almadraba del estrecho sobre cama de mousse de patata trufada que elegí como plato principal.
La noche se dilató sin que nos viésemos influenciados por las horas y acabamos compartiendo sábanas en mi -por suerte ese día limpio- piso de divorciado cincuentón.
Por la mañana, tras inspeccionar los compartimentos hortofrutícolas de mi nevera, se ofreció a prepararme un pa amb tomàquet, que despertó en mi la ilusión de un desayuno tradicional elaborado por unas manos oriundas del Penedès, pero que se vio frustrada súbitamente al ver que rociaba de aceite de oliva la rebanada antes de untar el tomate.
Otra loca. No tuve más remedio que echarla de casa. Menuda blasfemia gastronómica.