104. A la verde, verde…

José Manuel García Nistal

 

Fue un duro golpe la muerte de mi madre Constanza. Ella, lo era todo para él.

Se conocían desde niños cuando correteaban entre los olivares y nunca se habían separado hasta que ocurrió la tragedia.

¡Padre!, le dice su hija mayor Lucia ¡Tómese la medicación!

̶̶ ¡No, un matasanos no me dirá qué comer o beber! Nunca enfermé trabajando la tierra. Al llegar al atardecer con las manos agrietadas de cuidar los olivos, tu madre, me esperaba con una sonrisa. Nos sentábamos juntos y, reíamos mientras me calmaba el dolor frotando sus manos embadurnadas con las mías en bálsamo de aceite de oliva perfumando toda la estancia con un aroma fresco y afrutado. – Contestó mi padre.

̶ Cada noche, ella me visita y masajea mis manos mientras me susurra al oído: A la verde, verde, a la verde oliva…

̶ No diga eso Padre ̶̶ Me está dando mucha ansiedad y ella murió hace tiempo ̶ respondió su pequeña hija Rosalía.

A la mañana siguiente, encontramos a mi anciano padre sin vida, con las palmas de las manos embadurnadas en bálsamo de aceite de oliva, y lo extraño es, que toda la casa desprendía un olor fresco y afrutado.