
100. Espectro en el olivar
Cuando paseo por el olivar, parece surgir de la chispa inesperada. Retorcido, hueco, oscuro y tenebroso, entre los olivos verdes de aceitunas, como la perdición de una casa fantasmagórica. Por un pequeño rato, me aterro, creo que me he equivocado de camino y he caído en un inframundo, ajeno y lóbrego, donde me coge alguna túnica blanca deambulante entre sombras y humo sombrío. Somos captura fácil de los espíritus, cuando un desconsuelo reciente nos descompone el alma.
Aún siento tristeza por aquel suplicio largo e incomprensible junto a Pablo. Aunque sea leña ajado. Después de cinco años girando como un hámster en su rueda cruel, desistí a intentar que me tratase, al menos, como a su gato. Le vi en el juicio sin sentir cargo de conciencia, ni amor en el corazón, ni esa centella en la frente que avisa de los peligros. Le vi como un olivo cóncavo y rizado, en el que apenas se agora la forma de un árbol y que ya no habitan la aparición de espectros deambulantes.