
10. Rodajas de oliva
Mientras pensaba en la gran cantidad de comensales que tendría esa noche de asistencia a su restaurante, cortaba las olivas en rodajas, ayudado de la afilada hoja de su cuchillo, que hábilmente manipulaba con sus manos.
Las iba depositando una a una en un bol de vidrio. Y cuando ya tenía listo más de la mitad de la capacidad del recipiente, vació el contenido dispersándolo sobre tiernas hojas de lechuga recién lavadas, finas rodajas de tomate y un poco de perejil picado.
La ensalada ya estaba lista. El ligero toque de las aceitunas, oleoso y fuerte, le daría sabor a su preparación. También pensó en servir los aliños, mesa por mesa, entre los que no podía faltar el aceite.
“Qué mejor que una rica ensalada para acompañar un buen menú; si tienen todo para servirse: limón, sal y aceite de oliva, el gran sabor del pequeño fruto negruzco llevado directamente a cada mesa”.