01. Cosecha de recuerdos, reflexiones al filo del ocaso
En el ocaso de mis días, me descubro reflexionando bajo la sombra del olivo, ese anciano vigilante del tiempo. Cada arruga en mi piel es una hoja seca, un vestigio del verano pasado. ¡Oh, noble olivo!, compañero de soledades, ¿quién mejor que tú comprende el desgaste de los años?
Mientras el crepúsculo tiñe de púrpura el horizonte, siento en mi cuerpo el mismo agrietarse del tronco centenario, el mismo crujir de ramas que se resisten al viento. Mi vida, como tu fruto, ha sido prensada por las manos del destino, y lo que queda es la esencia, el aceite dorado de mis memorias.
Mis pensamientos fluyen lentos. ¿Podría la muerte ser simplemente el proceso último de destilar la vida hacia su esencia más pura?
¡Oh, olivo eterno! Tú que has visto pasar generaciones, llevas en tus raíces la sabiduría del tiempo. En este último suspiro, encuentro en tus raíces, en tus hojas plateadas, un consuelo, una promesa de continuidad. La muerte, así, se convierte en el acto final de una cosecha, el traspaso a un ciclo sin fin, donde el alma se filtra, como el más puro aceite, hacia la eternidad.