Rodrigo de la Torre Díaz
Andrés era fiel seguidor y admirador de su hermano Carlos, un destacado empresario jienense cuya figura como persona ejemplar no hace sino ensalzarle más aún, encontrando únicamente en su coqueteo con las drogas el defecto que mancha su imagen.
El relato cuenta la historia de cómo ambos hacen crecer sus negocios, también de fechas complicadas tras la muerte de su padre, dueño y gerente de una reconocida almazara jienense, que les llevan a ponerse al frente de esta empresa oleícola de manera inesperada. Días en los que, aunque al final los pilares no cedieron, sí se tambalearon mucho.
Un rumbo que lograron encontrar, pero que Andrés se vería obligado a recorrer solo tras la misteriosa muerte de Carlos.
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